Mentiras de los cazadores

N° 1. Los cazadores protegen el bosque y el campo de los destrozos de los animales de caza.

La caza provoca muy al contrario los múltiples destrozos de los animales. A causa de la caza, los animales son espantados innecesariamente, lo que a menudo aumenta más su necesidad de alimentarse y con ello los daños a causa de ello. El extendido argumento de que los animales cinegéticos provocan destrozos considerables, sirve tan sólo como pretexto de los cazadores para introducir temporadas de caza más largas o mayores cuotas de disparos…

N° 2. Los cazadores sustituyen a los extinguidos animales predadores.

Nuevas investigaciones demuestran que los denominados animales predadores no son los responsables de la regulación, es decir del control numérico, de sus presas. Los animales rapaces apresan preferentemente sobre todo animales viejos, enfermos y débiles, devoran carroña y contribuyen así a un sana existencia de los animales silvestres. Un cazador que dispara a gran distancia sólo puede juzgar en el mínimo de los casos si un animal está enfermo o es viejo…

N° 3. La caza es protección activa de la naturaleza.

La caza significa una destrucción del equilibrio natural del ecosistema. Esta puede llevar a diezmar o exterminar especies de animales. Los cazadores son unos aprovechados de la naturaleza y no unos protectores de la misma. Ellos cuidan en todo caso de los animales que les interesan como botín…

N° 4. Sin cacería los animales de caza aumentan desproporcionalmente.

Estudios de campo de ecólogos han dado por resultado que los animales disponen de un mecanismo interno de regulación de la población: la regulación de las existencias de animales de caza no tiene lugar a causa de la caza. Si hay amenaza de superpoblación, disminuye la cuota de nacimientos…

N° 5. Los cazadores matan sin causar dolor

A menudo los animales son tan sólo tocados por los disparos. La búsqueda posterior, si es que ésta tiene lugar, dura horas o días. Hasta el disparo mortal los animales se arrastran horas o días enteros con el cuerpo destrozado, las vísceras colgando o los huesos rotos a través del bosque huyendo de los cazadores. También muchos animales, en especial aves silvestres, son alcanzados por el plomo de los cazadores, pero no mueren al momento, porque no han sido dañados los órganos vitales….

N° 6. Los cazadores protegen a la población de la rabia canina

En Europa se lleva a cabo una campaña metódica de exterminio contra el zorro: con plomo, cepos metálicos, trampas, gasificación de madrigueras y cebos envenenados, y esto todo el año. Sin embargo, la expansión de la rabia canina no ha sido detenida con ninguna de estas medidas. La caza de zorros contribuye incluso a la expansión de la enfermedad a causa del rápido cambio de lugar de los animales supervivientes…..

N° 7. La caza es un patrimonio cultural

Bajo cultura se entiende «el conjunto de las manifestaciones espirituales y artísticas… de un pueblo, así como «tipo refinado de vida, educación y formación» ( v. Duden, tomo 5, 1982). ¿Si matar animales pertenece a ello? ¡Seguro que no! Que el hombre se arrogue el derecho de matar por diversión a seres vivos que sienten y que perciben el dolor igual que él, es algo absolutamente inaceptable desde el punto de vita moral…

N° 8. El hombre ha cazado desde siempre

En los primeros tiempos el hombre fue recolector. Después se convirtió en cazador. El tipo de desgaste en la superficie de los dientes molares de muchos homínidos y hominoides muestra claramente que estos predecesores de los hombres eran comedores de plantas (fibras vegetales, frutos de cáscara, nueces, etc.). Los típicos animales predadores (p.ej. el lobo, el león) y omnívoros (p.ej. la musaraña, el erizo) tienen otra estructura dental en los dientes molares diferentes a la del hombre actual.

 Matar por placer

http://noalacaza.vida-universal.es/

Armas en manos de cazadores
La facilidad con la que los cazadores pueden obtener una licencia de armas y su acceso a las mismas, contribuye a que el número de accidentes y asesinatos cometidos con ellas aumente cada vez mas
Julio Ortega Fraile | Matar por Matar NON | Hoy a las 13:50 | 141 lecturas
http://www.kaosenlared.net/noticia/armas-en-manos-de-cazadores

Quien solicita una licencia de armas puede hacerlo por diversos motivos: en razón de su profesión, como por ejemplo un policía; con la intención de protegerse en caso de asalto, tal sería el caso de un joyero; o para matar, ahora hablamos de un cazador. A todos ellos se les concede pero, ¿el porqué de la petición no lleva implícita la idoneidad, o no, mental e incluso ética del aspirante a poseer una pistola o un rifle? Me explico.

Todos comprendemos que los miembros de las Fuerzas de Seguridad porten un arma, o que lo hagan ciertos comerciantes por su situación de especial riesgo, y casi nunca oímos que unos u otros las utilicen para cometer un crimen. Es importante recalcar que no me estoy refiriendo a delincuentes habituales armados, sino a ciudadanos que un mal día deciden disparar contra seres humanos.

Pero ahora hagamos recuento de cuántos homicidios y asesinatos se perpetran con armas de caza, o lo que es lo mismo, cuyo autor es un cazador. El último, acaecido en Olot, probablemente ocupa por el número de víctimas, junto con el de los Hermanos Izquierdo en Puerto Hurraco, uno de los puestos de cabeza en una extensa y siniestra lista en nuestro País, donde aparecen casos de ajustes de cuentas, venganzas, disputas vecinales y laborales o los llamados crímenes de “violencia de género”.

Sí, ya sé que es preceptivo superar un test psicotécnico, pero no parece que esa prueba sea determinante para detectar ciertas inclinaciones en el solicitante, de otro modo y volviendo al cazador de Olot, no se entiende que mantuviese vigente su permiso de armas cuando era conocido su carácter pendenciero y que numerosas noches salía a la calle vestido de sheriff y comportándose como si realmente lo fuera. Y el de este hombre no es un caso aislado, las hemerotecas registran abundantes reseñas en las que cuando ya era irremediable, la gente recordaba las amenazas y la actitud violenta mantenida a lo largo del tiempo por el individuo que acabaría disparando su arma de caza contra otra persona.

¿A qué se debe, entonces, tanta laxitud en lo que deberían de ser requisitos muy estrictos puesto que ponen en manos de un sujeto un instrumento pensado para matar a distancia? La respuesta es, una vez más, el dinero. Ni los cazadores se creen que hayan de echarse al monte para procurarse alimento, y menos todavía para obtener pieles con las que abrigarse, así que no se trata más que de un mercado muy goloso en el que unos, los consumidores, se gastan cantidades nada despreciables en equiparse para acabar con la vida de animales, y otros, los comerciantes de armas y munición, de ropa especializada, de perros, de vehículos y remolques, taxidermistas, propietarios de cotos, etc., se lucran de todo lo que mueve la muerte de esas criaturas. Para las administraciones resulta mucho más rentable electoralmente aparecer como valedores de lo que denominan “generación de riqueza”, que anteponer el sentido común y la ética legislando con mayor rigidez para minimizar el riesgo de tragedias previsibles, y no “fatalidades”, como les conviene denominarlas.

Un pasado de mayor poder adquisitivo para muchos ciudadanos propició que el número de rifles aumentase hasta tal punto, que hay personas que con la disculpa de utilizarlas para la caza disponen en sus hogares de numerosas armas – no siempre declaradas – . Y mientras eso ocurre las leyes para los cazadores se han mantenido invariables en ciertas normas de seguridad, como la de la prohibición de efectuar disparos a una distancia menor de 50 metros de una carretera y de 100 metros de un núcleo poblado, que si tiempo atrás, cuando una escopeta tenía un alcance muy limitado, podían constituir una mínima garantía, hoy en día son por completo inútiles teniendo en cuenta las especificaciones de las armas modernas.

Más allá de casos como los citados, en los que las muertes por armas de caza son intencionales, es noticia cotidiana la existencia de los llamados “accidentes”, que van desde el paseante que recibe un tiro letal en la cabeza cuando camina por el monte, al disparo que entra en el interior de un restaurante en el que se está celebrando un banquete, pasando por impactos en fachadas de viviendas. Y en muchos de estos sucesos, el lugar en el que hizo blanco el proyectil estaba situado a cientos de metros del lugar donde se desarrollaba la cacería, lo que da buena cuenta de cómo la legislación parece más ajustada al uso de un tirachinas que de los rifles empleados actualmente para la actividad cinegética. Una ley adecuada al respecto haría disminuir en gran medida el estremecedor número de siniestros de esta naturaleza que se suceden en nuestro País.

De cualquier modo, lo irrefutable es que quien pide una licencia de armas para cazar la está demandando para matar a seres vivos, y esa pretensión tendría que constituir per se un impedimento para obtenerla, pues si apretar el gatillo contra un animal por el placer de hacerlo ya es algo perverso, hay que sumarle la certeza – ampliamente demostrada y documentada por psiquiatras e historiales delictivos – de que es común encontrar episodios de violencia con animales en los antecedentes de sujetos que después la han ejercido contra personas. Y quien es emocional y éticamente estable, con aptitudes para la tenencia de un arma, no desea hacerse con una para matar, y no lo hace porque no encuentra satisfacción en arrebatar una vida. Quien viste ropas paramilitares, muestra prepotencia y brusquedad, se lleva por delante a seres vivos de otras especies, maltrata a sus perros y convierte todo ese universo violento en su pasatiempo irrenunciable, está ofreciendo evidencias innegables de su carencia de condiciones para disponer de armas, pero la realidad indica que es precisamente ese tipo de persona quien solicita la licencia para poseerlas y a quien se le otorga. En ese instante se está cometiendo una negligencia, por muy legal que sea con la actual normativa, que en no pocas ocasiones desembocará en un drama.

Por esos motivos, más allá de las habituales piezas cinegéticas, en España se pudren innumerables cuerpos de perros de caza asesinados por sus propietarios o por otros con los que éstos mantenían algún tipo de rivalidad; de caballos, y la Provincia de Pontevedra es un triste ejemplo de las docenas de equinos con munición de caza alojada en su cadáver; o de seres humanos abatidos a tiros gracias a que un día se cruzó en sus caminos un cazador. La nueva Ley, a la que los escopeteros oponen una resistencia enconada, acaso alivie la herida, pero no va a dejar de sangrar, no lo hará mientras mediante un trámite burocrático cualquiera pueda obtener una licencia tipo D o E para matar animales. Y sí, el ser humano también es un animal. Tal vez por eso algunos no distingan cuando disparan.

Julio Ortega Fraile

http://www.matarpormatarnon.org

http://www.findelmaltratoanimal.blogspot.com

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2 respuestas to “Mentiras de los cazadores”

  1. AMBIENTE: Extinción de especies es más acelerada de lo previsto

    por Danielle Knight

    WASHINGTON, oct (IPS) La extinción de especies es un fenómeno peor de lo que habían previsto cuatro años atrás por los conservacionistas, quienes aseguran ser testigos de una caída dramática en la cantidad de muchos tipos de animales y vegetales.

    Desde aves y plantas hasta reptiles y cuadrumanos, la cantidad de especies cuya sobrevivencia es crítica aumentó de acuerdo con evaluaciones de biólogos, se expresó en una nueva lista de especies en peligro lanzada esta semana por la Unión Conservacionista Mundial (IUCN), con sede en Ginebra.

    La organización dio a conocer este año un informe conocido como «Lista roja de especies amenazadas». La lista anterior, que de 1996, fue usada como material de consulta por científicos y políticos de todo el mundo.

    «Las tendencias son perturbadoras. Muchas criaturas hermosas desaparecerán en las primeras décadas del siglo XXI si no aumenta considerablemente el apoyo que se brinda a la conservación y los compromisos al respecto», afirmó Russell Mittermeier, conductor del grupo de expertos sobre primates del IUCN.

    Existen grandes zonas negras en el conocimiento de la cantidad y tipo de especies amenazadas, agregó. «La ‘lista roja’ revela solo la punta del iceberg», sostuvo Russell.

    Las mutaciones responden a varios factores, según el informe. Casi siempre se deben a pérdida del habitát y su degradación, combinada con la caza o la introducción de especies que no son nativas.

    En los últimos 500 años, la actividad humana ha llevado 816 especies a la extinción, según el informe. Desde 1800, han desaparecido 103 especies, lo cual indican una tasa de extinción 50 veces superior al ritmo natural.

    «Muchas especies se perdieron incluso antes de haber sido descubiertas», apuntó el informe de IUCN. El número de mamíferos en peligro serio aumentó de 169 a 180 desde 1996, mientras las aves en esa catergoría subieron de 168 a 182.

    Según Mittermeier, el término «críticamente en peligro» significa que la cantidad de especímenes en estado natural asciende sólo a docenas o cientos. «Significa que penden de un hilo», explicó Mittermeier en Washington.

    Cerca de 25 por ciento de los mamíferos, 5.205 especies, están bajo amenaza de extinción. Los que no se consideran críticamente en peligro o que no corren alto riesgo, sin embargo, podrían terminar figurando en la lista si su cantidad sigue mermando.

    El mayor cambio entre los mamíferos desde la publicación de la primera «lista roja» es la cantidad de especies de primate amenazadas, que aumentó de 96 a 166 entre las 600 existentes en el planeta. La cantidad de especies de primate en peligro crítico subió de 13 a 19 desde 1996.

    Crecientes pérdidas de habitát naturales y la caza……………….

  2. Extinciones y pérdida de diversidad causadas por la actividad humana
    El impacto creciente de las actividades humanas en la naturaleza está provocando una pérdida de biodiversidad acelerada. La causa principal es la destrucción de ecosistemas de gran interés, cuando se ponen tierras en cultivo desecando pantanos o talando bosques, cuando se cambian las condiciones de las aguas o la atmósfera por la contaminación, o cuando se destruyen hábitats en la extracción de recursos. Además la caza, la introducción de especies exóticas y otras actuaciones han provocado la extinción de un buen número de especies.

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